Ernesto


 


Al despertar miró una botella de cerveza Corona y otra de un whisky a medio terminar. Buscó su caja de plata e hizo una línea blanca. Necesitaba estar despierto otra vez. Sobre la alfombra contempló condones llenos de semen y pastillas de viagra. El cielo de Quito estaba gris. Su amiga se había contagiado de Covid y no respondía sus llamadas, solo le dijo que deseaba esperar la prueba, porque todo mundo se va a contagiar. Se fue a la cocina y exprimió dos naranjas y al vaso agregó los restos de la botella de vodka que estaban en la nevera. Intentó mirar su pasado, recordar a Elena, su matrimonio fracasado. Había terminado de escribir la historia de Juan y solo le faltaba el toque final de sus Divorcios. En ese lapso había contemplado el fin de sus días. Elena y su infidelidad le martillaba la cabeza.

El día anterior alguien de Inteligencia del gobierno anterior lo reconoció. Supo que era espiado. Su teléfono estaba hackeado. Entre tanto miedo deseaba volver a activar su pasaporte, huir. Pero la mirada de ella estaba fija en su memoria. Ahí, desnuda en su cama siendo fiel a su esposo. Recordó las largas conversaciones con Elena, cuando soñaba con ser un escritor, con escribir las canciones de Joyce junto al río Misisipi, que no sería otro que el río de su casa en la infancia, un universo lleno de granjas dedicadas a las agricultura y ganadería.

En la mañana tenía un desayuno y casi amanecía y estaba sobrio. Ernesto aspiró una línea de coca y esperó los primeros rayos del sol. Los desayunos le resultaban insoportables, porque era como un renacer a la nada, a la más absoluta nada.

Su teléfono sonó, era ella, la contagiada de Covid. Se estaba muriendo. Intentó entender el sentido de la vida, el por qué escribió la historia de Juan y sus hermanas y recordó a Thomas Mann. Necesitaba un último viaje. Cuídate, le dijo ella antes de irse de su casa. En cierta forma lograron tener una conexión porque ella estaba en una relación sentimental y el solo quería una relación sexual.

Otro día será, se dijo. Y buscó un tiquete de avión para que lo lleve a cualquier parte.


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