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Mostrando entradas de noviembre, 2020

Los golpes en la puerta

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  Los golpes en la puerta le sacaron de su letargo. Un fuerte viento golpeaba la ventana. Alguien del hotel increpaba a sus huéspedes en un alemán bávaro, como su comida. Llena de condimentos y sal. La noche anterior, Beatriz y Kai le llevaron a probar la gastronomía bávara y pidió una jarra de vino acompañada con una sopa de un plato tradicional de la cocina alemana, el leberknödel, hecha de forma artesanal con hígado de ternera picado finamente y mezclado con pan duro remojado y perejil; una especie de albóndiga cocinada en salmuera.  Los golpes en la puerta le recordaron a Duncan, la imagen del orden moral frente a Macbeth de Shakespeare. Su asesinato marcaría el inicio del caos. Los golpes en la puerta le comenzaron a taladrar la cabeza, hasta que llegaron a su puerta. Con un vaso de whisky en la mano abrió la puerta y ahí estaba un joven alemán con lista en mano preguntándole a qué hora podía arreglar la habitación a todo pulmón. Al ver su indiferencia, preguntó en inglés. <&

El palacio árabe

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  <<Al final de la Edad Media, la lepra desaparece del mundo occidental. En las márgenes de la comunidad, en las puertas de las ciudades, se abren terrenos en los cuales ya no acecha la enfermedad, aunque ha dejado terrenos estériles e inhabitables. Durante siglos estas extensiones pertenecerán a lo inhumano (…). Desde la Alta Edad Media, hasta el mismo fin de las Cruzadas, los leprosarios habían multiplicado sobre toda la superficie de Europa sus ciudades malditas>>. La historia de la locura  de Michel Foucault en cierta forma es la historia de la espera de una nueva encarnación del mal, de la mueca distinta del miedo, la magia renovada de purificación y de exclusión. Sus ojos se detuvieron en un extraño movimiento de un colibrí en el patio donde intentaba terminar de escribir  Divorcios , la novela de la exclusión y la purificación. A veces entraba, se quedaba entre las ramas de alguna planta o en el bebedero roto sin agua y fingía beber agua, hasta poder saltar a una enr

Keep walking

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  En un departamento del cuarto piso del bloque S-2 de la ciudadela La Saiba, en el sur de Guayaquil, fue hallado muerto Tito del Salto Delgado. Eran las nueve y cuarenta y cinco de la mañana de un domingo. El cuchillo se había ensañado con su tórax, su rostro y sus manos; dos puñaladas eran visibles en sus dedos anular y medio. El cuerpo estaba tirado en un mueble de la sala. Un amigo, Jorge Battaglia, que ya caminaba con bastón, había llamado a la Policía luego de que no acudiera a una cita pactada en la playa. El teniente de la Policía, Eduardo Argüello, fue el primero el mirar el cadáver. Los cajones de las cómodas y anaqueles estaban desordenados, así como los bolsillos del pantalón. La primera hipótesis del caso derivó en un robo. La noche anterior, Tito del Salto había organizado su última fiesta con boleros, rancheras, pasillos y albazos. Nada extraño entre los vecinos acostumbrados a su bohemia. El fiscal Carlos Pérez Ascencio había declarado que por el estado del cuerpo y los

La pelea

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  <<Estoy bien>>, dijo después de vaciarse dos botellas de vino. Era viernes y la ciudad lucía como un domingo en la noche, vacía. La segunda ola del coronavirus había despertado extraños temores entre la gente. Volvió a dejar de ir a los espacios públicos, se volvió a encerrar automáticamente, sin que nadie dijera nada. Rappi seguía creciendo con sus entregas a domicilio. Uno de los chicos buscaba las verduras, las frutas, los condimentos, las carnes, la leche, los quesos, los helados, el pan (…), otro esperaba afuera con el carro de compras. La máquina del mundo seguía funcionando sin gente. Todos encerrados entre cuatro paredes a la espera de una vacuna. El miedo estaba a flor de piel. Al otro lado del borde estaban los narcotraficantes, los  dealers , las pastillas Mercedes Benz, la hierba y el TENGO HAMBRE en cada esquina, en cada calle. Más que por miedo al virus, Juan había dejado de salir por miedo a esas imágenes que le taladraban la mente todas las noches. Hace mu

Las 21 puñaladas

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  Durante estos meses de confinamiento la tasa de suicidios de adolescentes ha aumentado. Las medidas de restricción han disminuido. ¿Cómo organizar el espacio y la desinfección? La limpieza y la desinfección profunda son acciones imprescindibles en época de pandemia. ¿Qué se debe hacer cuando hay alguna afección gripal o pulmonar? La vida secreta del oso de anteojos. Esa era la nueva normalidad, una normalidad que halló luego de volver de Alemania. Pensó en retar al destino. No fue así. La gente cuando está en un peligro inminente comienza a extrañar lo que ya no podrá hacer, aunque nunca habría intentado hacerlo, como levantarse temprano, ir a un parque a leer el periódico con un termo de café en la mano, acompañado con unas gotitas de ron. Dormir más de cuatro horas al día. Cocinar a fuego lento. <<Mr. Hutton se detuvo un momento frente a su espejito ovalado. Inclinándose un poco para lograr una visión completa de la cara, se atusó el bigote con un dedo blanco que denotaba l

Antes de la tragedia

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  Juan debía ir a alguna parte, no recordaba a dónde, ni el lugar donde estaba. Pudo ver a la mayoría de  sus hermanas; en algún momento llegó Milton que en realidad se llamaba Wilton; ese era un secreto de la familia; no podía salir del círculo familiar o de sus amigos de la infancia. Había un patio grande, como en una casa finca con un montón de cuartos, también estaba la tía Elsa a quién Rocío intentó regalarle un vibrador cuando la visitó en Hamburgo. Beatriz discutía algo con alguien. Anita y Graciela comenzaron a discutir sobre si Jacinto había sido compañero de Ramiro en la Universidad. <<Aquí hay algo raro>>, dijo Juan. <<¿Qué raro? Ya vas a decir que no conoces dónde estás. Igual que cuando viniste solo a emborracharte dos días>>, dijo Anita. << Delirium tremens le llaman>>, dijo Graciela. <<¿Qué tomaste? Asómate para que te acuerdes donde estás>>, dijo Anita. A lo lejos se veía un poste de luz, cruzando un potrero. Más allá se