La reinita de Sangolquí

 


 

<<¿Y por qué no se jubila Juan?>>, le preguntó después de apurar una copa de espumante. La tarde estaba soleada, en la mesa siguiente un grupo de tres personas bebía su cuarta botella de vino y después comenzaron a probar el ron con coca cola. Ella parecía la amante de los dos. Coqueteaba con los dos al mismo tiempo. Más tarde llegó una pareja con una niña. Más cocteles y jugo para la niña que deseaba un coctel. El papá debió arrebatarle la copa y ella conformarse con el vaso de jugo. <<Ni la rola que es mucho más joven que tú me ha hecho una pregunta tan estúpida. Por supuesto que soy mayor que tú, por algo soy tan inteligente; la inteligencia no se desarrolla de la noche a la mañana, se cultiva. La rola cuando se enojaba era insufrible, insultaba y muy fuerte, no con esas pendejadas de alguien que se cree adolescente porque ha participado en un concurso de reina de belleza de Sangolquí. Yo solo le decía que siguiera, que mi ego era demasiado inflado para que me afectara. Y seguía. Hasta que desaparecía del planeta>>, dijo Juan.

Esa mañana Rocío le había escrito su propia versión de la historia de sus hermanas. Una larga carta que iba a publicar. Tengo sueño, le dijo, ya no me gusta el vino, creo que volveré al Norteño. Sus novios tenían un punto en común, oscilaban entre el Norteño y la coca cola en lata. La última vez que la vio se emborrachó con tres vasos de jugo de naranja y estuvo a punto de llorar porque su novio había subido una foto, en un puesto de shawarma, a su Instagram y ella creía que un shawarma era la perdición total, el signo de la infidelidad, después de que ella le había esperado fiel todo un año. Esa noche llamó a un dijey, que ya tenía novia, porque quería destramparlo para vengarse por la supuesta infidelidad de su novio. <<¿Y eso es venganza, un pinche beso?>>, dijo Juan. <<Y de verdad sus hermanas le soportan, yo ya le habría dado un sopapo>>, dijo. <<Ellas son como yo y hasta peores. Si les das un motivo o hablas mal de la familia serían capaces de enviar un sicario para que te descerraje seis tiros en la nuca al estilo de Stalin>>, dijo Juan.

En la mesa contigua ella se levantó para ir al baño con todo el garbo de actriz porno, mientras sus acompañantes hablaban al parecer de cosas intrascendentes. Al volver ella pidió otra botella de espumante solo para ella, mientras los dos pidieron el ron con coca cola. En la otra mesa seguían con los cocteles, mientras la niña tomaba su vaso de jugo de mora con la mirada fija en la copa. <<Y pensar que entraste aquí como candidata a reinita de Sangolquí y saliste sin nada. Ahora déjame ir al baño para contar los centavos que me quedan y ver si me alcanza para pagar la cuenta>>, dijo. Al volver le habló de Philip Roth y de la primera novela que había leído de él a sus veintiocho años. Entonces recordó la pelea de Beatriz y Rocío, de esa noche tan absurda. <<¿Y de qué marca vistes?>>, pregunto Juan. <<Elder>>, dijo ella. <<Pues Beatriz nunca me dejaba comprar nada de Elder, decía que eso no servía. Solo debía ir a tiendas de marca. Siempre contaba la historia de Rocío cuando alguna vez le dijo que había comprado una blusa de marca>>, dijo Juan. <<¿Cómo es esa historia?>>, preguntó ella. <<Como la de Elder Me la contó cuando yo bebía whisky y ella té. Te la voy a resumir después de la tercera botella de vino. ¿En serio estuviste de candidata a reinita de Sangolquí?>>, dijo Juan. <<Yo conocí a una candidata a reina de Zaruma y nunca creí que iba a conocer a otra candidata a reinita. También conocí a una candidata a Miss Venezuela, por cierto>>.


Entradas populares de este blog

Érase una vez que era

juan