La simulación del vacío
Problema del
papel del padre en el masoquismo. Papel del padre en el sadismo y en Sade.
Anulación del padre en el masoquismo y Masoch. La serie de las tres mujeres y
el triunfo de la madre oral: la madre buena. El tercero y el contrato
alucinatorio del padre. El contrato y la anulación. La primera interpretación de
Freud: la vuelta contra el yo y los otros factores. Insuficiencia de la fórmula
<<sadismo vuelto contra el yo. La segunda interpretación y el problema de
la <<desintrincación>>.
Era domingo y
desayunaba después de haber cicleado como dos horas en el parque La Carolina.
Su desayuno era un Campari soda y un croissant. Por la avenida Eloy Alfaro
pasaban decenas de conductores estresados, con la mano pegada en el pito del
auto. Aceleraban con la idea de llegar a ninguna parte. A sus rutinas del
acostarse, desayunar, almorzar, cenar y dormir y en los intervalos fingir una
vida. Cerró el libro de Gilles Deleuze, donde se resumía lo frío y lo cruel. El
sol de Quito a veces golpea demasiado fuerte en las mañanas. Ya estaba sin
motivos para avanzar. Muchas veces cuando iba por la carretera había sentido el
simple impulso de girar un poco el volante al precipicio. Sentir la libertad de
caer al vacío. A la nada. A ese agujero negro que convierte la materia en nada.
Lo supo una madrugada cuando en la frontera franco-suiza se puso en marcha el
acelerador de partículas. Era la madrugada y el cielo se volvió completamente
azul. Finalmente la humanidad desafiaba a Dios, no con una insignificante Torre
de Babel. Lo desafiaba en su terreno. En la creación. Si fuimos creados a su
imagen y semejanza bien podríamos desafiar su poder. Ese día habló con muchas
personas. No entendía porque nadie entendía la trascendencia de lo ocurrido. La
orgía había comenzado. El peor mal de la Caja de Pandora, la esperanza, había
sido liberada.
Esa mañana abrió
un par de naranjas, mientras se colaba el café y salió. La llanta se había ponchado,
de eso se dio cuenta cuando agarró la calle Cordero para subir por la Juan León
Mera. Nunca había cambiado una llanta en su vida ni deseaba aprender cómo
hacerlo. Uno de los cuidadores de carros estaba por el sitio y fue a buscarlo:
<<Me cambia la llanta, por favor>>, le dijo. Después de esperar
cinco minutos le dio diez dólares y siguió.
En la noche
estuvo en un bar y ella pedía unos cocteles horribles, whisky con amaretto. En
ese momento pensó que la humanidad había llegado a su fin. Su novio llegó a
marcar territorio, le dijo que la esperaba por el sitio para llevarla a casa.
Cuando el novio desapareció, salieron del bar y caminaron hasta su departamento.
Volvió a mirar el cielo, desde la ventana de su buhardilla. <<Quieres
coca>>, le preguntó. <<Sabía que tenías>>, dijo. Minutos
después llamó a su novio para que la esperara afuera del edificio. La recogió y
se fue. Ya de nuevo solo, miró otra vez por la ventana. Casi amanecía. Isabel
estaba en Noruega y le llamaba todos los días. Ese día el teléfono no sonó.
<<Me llevó
a su departamento y quería que le hiciera sexo oral. Ni siquiera se baña, me da
arcadas. Le dije que solo en su cumpleaños, si estoy de ánimo>>, le dijo.
Ella era la viva representación de Sacher-Masoch.
Todo monólogo es
frío y cruel, se dijo mientras el tren avanzaba a Bremen. La última vez que
había visto a Rocío nadie estaba en sus cabales, con Graciela como anfitriona.
Fue después de su matrimonio con Torsten. Esa noche no hubo las palabras de
Susana, ni de Jacinto ni de Milton. Cuando llegó Gladys, la saludó con un
abrazo. Y la vida siguió. Todos cantaron. Había una cierta especie de
felicidad, con Malena ahí, agonizando en el piso.
La sopa chorreada,
se dijo al despertar.