La simulación



Cuando despertó todavía estaba ebrio. Por alguna extraña razón recordó a unos salvadoreños a quienes conoció en República Dominicana. Todos los días vestían con una camiseta que en lenguaje ecuatoriano significaría algo así como evite el chuchaqui, manténgase borracho. Ya amanecía. Alguna vez dejó a Isabel dormida, mientras iba a una cita cerca de la Foch. A ella le dijo que no podían ir a su departamento porque un amigo había llegado de visita y dormía su borrachera en la alfombra. Eran como las diez de la mañana y pidió un Campari soda. <<Por acá me parece que hay un hostal>>, le dijo. Era un laberinto de escaleras y puertas, hasta llegar a una habitación con un televisor empotrado en la pared. <<Alguna vez te has enamorado>>, le preguntó él. <<Nunca>>, dijo ella. Vivía cerca de la Universidad Central, donde alguna vez vivió Isabel. Por su ventana se veía un hostal que funcionaba como motel. Una madrugada había visto entrar a una mujer vestida de monja. Al día siguiente ya estaba en la recepción preguntando.

Al volver al departamento, Isabel ya estaba despierta. <<Hay mucha gente en el mercado y casi ya no hay mariscos. No entiendo cómo la gente puede madrugar a buscar mariscos. Sólo hallé unos mejillones. Ahora te hago el desayuno>>, dijo él. <<¿Tienes tofu>>, preguntó ella. <<La nevera está vacía. Estoy pobre>>, dijo él. Ella se levantó, se puso unos jeans, una sudadera y unos tenis. <<Quiero pasta con tofu>>, dijo ella.

Los recuerdos se esfumaron cuando recordó su cita de la tarde. Ella despertó cuando lo vio levantarse sigilosamente. Otra vez los gritos, los reclamos. <<No entiendes que debo ir a visitar a mi hermana>>, le dijo. <<Y por qué no me llevas>>, dijo. <<Alguna vez juré que no iba a presentar a nadie a mis hermanas. Una vez lo hice y me acusaron de gay>>, dijo él. Ella le lanzó un vaso con aguardiente que logró esquivar y se estrelló contra la pared. Fue el momento ideal para salir corriendo y tirar la puerta con furia, con una especie de indignación.

Su cita era en la tarde y necesitaba estar sobrio. Fue donde Graciela, la bloqueada. Eran los tiempos de la gran pelea entre sus hermanas. Ella estaba en la oficina del taller automotriz con el chat abierto para hablar con Cristina. Sabía que su aspecto era deplorable. Graciela no dijo nada.

<<¿Y qué harías si descubres que Wilson te ha sido infiel?>>, preguntó. Buscó un papel en blanco, hizo unos rayones. <<Se queda sin nada>>, dijo. En ese momento entendió con una cierta claridad la historia de la infidelidad. Algo insoportable para sus hermanas y el sometimiento al que fueron condenados a vivir sus hermanos. Milton, el mujeriego, solo tenía dos mujeres en su vida. La última había sido testigo de cómo se escondía en la ventana mientras se ocultaba para disimular su ausencia. Jacinto era el modelo ideal de sus hermanas  Él, en realidad, no sabía mentir. Y por eso había ido de decepción amorosa en decepción amorosa.

Y ya en el motel, en el jacuzzi, Juan comprendió que vivió en un mundo de hombres sometidos. Hasta Anita se había revelado a último momento. Ellas podían solas, sus parejas eran adornos. <<Si ella dice que es así, es así>>, le dijo Kai cuando Beatriz se enojó solo porque entraron en una cafetería de un pueblito donde escribieron los hermanos Grimm, por su recomendación, y no había el postre que deseaba. Solo había whisky. Torsten pasaba días enteros en Hamburgo, mientras Rocío seguía su vida con la mirada fija en los rieles del tren. Y ni se diga de Susana. Todos los hombres de su familia creían tener las bridas. <<Cuando hay más mujeres en una familia, los hombres son simples sometidos, les falta carácter>>, le dijo alguna vez su amiga Ana Sofía, en una de sus tantas borracheras en tantos bares.

Y de pronto sintió estar abandonado en la más absoluta desolación. En su último día. En la borrachera que no fue. El día en el que estaba en la isla San Cristóbal en Galápagos, cuando una ola casi se lo lleva para siempre. Habría sido su fin. Y sobrevivió. En alguna parte. En ese cielo.

Torsten estacionó el auto. Rocío estaba en la cocina. Liz jugaba. Había una botella de whisky.


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