El prolegómeno
Era la madrugada cuando salió de casa. El sonido de las vigas de las escaleras de madera, la cocina de leña grande, tan grande como el comedor para albergar visitas que nunca conoció se fueron acumulando como imágenes de una galería de Instagram. Las fábulas modernas. Fue la primera vez que salió de casa. La primera y la única vez. Nunca volvió. En la carretera había que esperar un bus destartalado con destino a Echeandía. Era una chiva. Solo se escuchaba el sonido del río y los gallos anunciando un nuevo día. El río que en tiempos de lluvias se volvía gigante, mucho más gigante que el de las aguas separadas por Moisés para hacer pasar al pueblo elegido hasta tierras ignotas e inaccesibles al entendimiento humano. Tierras de mandamientos imposibles de cumplir.
El chongo antes de cruzar el puente con luces intermitentes de luciérnagas voraces. Volvería ahí mucho tiempo después, en sus días de vacaciones, a sentarse a contemplar desde las sombras de las ramas de algún cafetal mujeres semidesnudas sentadas en bancos de madera. El cacao. El olor de los cafetales y las naranjas, la humedad. Se convirtió en su desayuno favorito durante mucho tiempo, antes de que comenzara a inhalar coca como si no hubiera mañana. Ni siquiera el pasado de San Agustín.
Esa madrugada
estaba solo. Su papá era una silueta difusa. Una imagen mezclada con las
imágenes minimalistas de la luz de las madrugadas. San Pedro se llamaba la
cooperativa de buses que llegaba a Quito. La única. Una ciudad indescifrable. La subida
de la cordillera, la bajada, el frío, otra vez las luces de las luciérnagas. Los zaguanes. El ajedrez.
Solo siguió
en la ciudad, solo, encerrado en un cuarto desde el que solo podía ver un patio de
baldosas de colores. Nunca supo cuánto tiempo. Fue su acuartelamiento en la
soledad. La misma de El adolescente
de Dostoievski. Hasta que llegó a una casa blanca, con paredes de adobes y
techos de tejas color ladrillo. El olor a pescado frito que nunca se iría de su
vida. Una mujer desgranando choclos para hacer humitas en grandes ollas. Un funeral. Un lugar lleno de pasadizos y mujeres. Sus hermanas.