La razón de Pascal
Sobre la mesa contempló un bosque de botellas de bourbon. Bosque de botellas secas que pronto pasarían al olvido; parte de la deforestación que avanzaba en su vida, en su cuerpo, en su pecho, en ese grito de los cuervos que escuchó en un pueblo cerca de Frankfurt donde había cierta idolatría por los hermanos Grimm, los mayores exponentes de la literatura universal donde sus protagonistas son expuestos a amenazas más peligrosas que una bomba nuclear y se sobreponen, salen adelante, burlan la maldad de las hadas y de los espíritus buenos. Never more , repetía Edgar Allan Poe con su aire victoriano. Entendió el significado de esa expresión cuando contempló al cuervo parado sobre una rama de un árbol, a los pies del castillo donde la Cenicienta olvidó su zapato. La intrascendencia del príncipe, se dijo. La intrascendencia de Edgar Allan Poe y su Eureka . La temperatura estaba en un grado centígrado y debía salir. Sintió estar viviendo el cuento de la casita de chocolate con la amenaz