El preludio de las máscaras
Marcelo había regresado de Europa algo cansado. Estaba de vuelta en su realidad, sin argumentos para avanzar, se fue con ese objetivo y se podría decir que lo consiguió. Ya no podía retroceder, ni lo deseaba. Estaba en un punto equidistante a la nada. Desde su centro todo le parecía irreal, vacío, falto de contenido. Su doble lenguaje, el del inconsciente y el del yo, se hallaron en un momento del cual ya no se acordaba. Su doble lenguaje se convirtió en uno y eso lo sabía. Lacan tenía razón, dialogar es una de las peores pretensiones de nuestra época. Por eso sus diálogos, por regla general, se limitaban a monosílabos. Alguna vez armó un gran escándalo en la empresa que le ofrecía el servicio de telefonía celular, porque cuando estaba fuera del país utilizó el roaming para hacer unas citas y al regreso le pasaron una factura con una llamada de más de una hora. No lo pudo creer, se sintió indignado. Pidió todo el historial de sus llamadas y gritó y pataleó en las oficinas de esa empr