Los toros y los osos



<<Es tu culpa, si hubieras salido rápido podría haber alcanzado al galón de gasolina a menos de dos euros. ¿Sabes qué es eso? ¡A menos de dos euros! Y mira ahora el precio>>, le dijo Cristina mientras manejaba por pueblos fantasmas. Esa no era una preocupación de Beatriz porque el encargado de tener siempre el tanque lleno era Kai, al igual que la tarea de ir al supermercado. Ella era la encargada del té y de dar instrucciones para que que todo se hiciera a su medida. <<Si ella dice que algo no está correcto es así. Ella siempre tiene la razón>>, le dijo Kai en una cafetería de Bavaria donde le sirvieron un postre que no le gustó.

Todos los pueblos alrededor de las grandes ciudades alemanas dormían temprano. O se encerraban temprano. En Europa, como en casi todas las partes del mundo, el precio de los combustibles fluctúa según la cotización del precio del petróleo en las Bolsas de Valores de todo el mundo, ya sea el WTI o el Brent. Si algún conflicto en el Oriente Medio hacía peligrar el suministro de petróleo las bolsas se alteraban de inmediato y las cotizaciones saltaban. María Teresa, una periodista con quien trabajaba en la sección de economía del periódico, le decía que la nueva literatura estaba en los informes de Goldman Sachs, en Bloomberg y hasta en la misma Argus. Le decía eso para que se quedara en la sección de economía y no se fuera a política o a crónica roja.

Hace muchos años, la primera vez que llegó a Frankfurt, Kai, el esposo de Beatriz, le había llevado al corazón del capitalismo de Alemania, donde los osos hibernan. Los mercados financieros tienen dos grandes íconos, el toro que representa la fuerza y las grandes subidas del mercado, y el oso, lo contrario al sentimiento alcista del toro, usado cuando el mercado sufre caídas continuas. En cierta forma, María Teresa tenía razón. El corazón financiero de la literatura está en Tom Wolfe y su Hoguera de las vanidades. Siempre se sintió identificado con ese periodista que llegaba a rastras a contestar el teléfono para luego meterse en una ducha de agua fría porque tenía una cobertura temprano.

Después del fondue vegetariano, Cristina se había negado a llamar a un taxi y había insistido en ir a dejarlo en casa de Beatriz donde se hospedaba. De hecho, si por sus sobrinas y sus hermanas fuera nunca le dejarían solo. Él solo huía, buscaba pretextos para no reencontrarse con su pasado. Cristina en el fondo solo había heredado la habilidad para los negocios de Graciela, ella era la encargada de las finanzas de su familia. <<Y qué pasa si alguna vez descubres que Wilson te traicionó>>, le preguntó en su oficina en el taller automotriz. <<Se queda en el calle>>, dijo sin ningún parpadeo. Ella, la testigo de tantas infidelidades de Milton y de tantas fidelidades de Juan.

-         ¿Y fiel a quién?

-         A ti te he sido fiel desde que te conocí. Tuvimos muchas broncas y nunca dejé de pensarte.

-         ¡Cómo no! Es que te armas muchas películas sin sentido. Yo guardé todas las cosas que me diste, la copa y el corcho de vino hasta que me fui de Quito. Volví y me fui otra vez y ahora estás acá en Bogotá. Nunca pensé que esto pasaría, me habría imaginado todo menos estar sentada aquí en esta mesa contigo.

-         ¡Póngame cuidado! Siempre decías eso. Se volvió en mi frase bandera como esa de Érase una vez que era, de los cuentos de hadas y elfos.

-         Y después de Graciela, ¿quién viene?

-         Gladys.


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