El viaje


 

        El sentido es, en primer lugar, el rebote del sonido. Cerró el libro de Jean-Luc Nancy, se levantó de la cama, se sirvió un whisky y fue a la ventana a contemplar la ciudad hecha de pliegues y repliegues. Una ciudad fría a veces que conocía de memoria. No había un solo lugar de Quito donde no se había emborrachado. Ella seguía dormida, desnuda con las sábanas estiradas a sus pies. Esos pies de bailarina que buscaba el equilibrio de su vida, el sentido o el rebote del sonido. El frío de afuera de la ciudad se disimulaba con la calefacción. El cuarto parecía una habitación de Montañita. Las ficciones de las relaciones de pareja. La infidelidad les había unido, sin infidelidad de seguro estarían en el registro de las parejas fieles que se soportan en busca del rebote del sonido. En ese mismo lugar estaba una madrugada cualquiera, cuando despertó, fue a su laptop y se enteró de que Philip Roth había muerto. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Era la muerte de un amigo imaginario, la muerte de El teatro de Sabbath. Tal vez nunca supo qué le dolió más, la muerte de Sabbath o la muerte de Isabel. Cuando ella despertó, el sol dibujaba un telón multicolor en el este. Ahí estaba el Cayambe, el Antisana, el Cotopaxi, al volcán que algún día subió en camiseta para cubrir la noticia de una avalancha. Ocho excursionistas quedaron enterrados entre la nieve. <<¿Qué haces?>>, dijo. <<Intentado entender el sentido. Cuando te conocí estuve a punto de hacer como ese personaje de Malraux, tratar de atrapar la luna en un estanque antes de que pasara la borrachera. O ese de Malcom Lowry que en su última borrachera en una cantina escucha el galopar de los caballos en las faldas del Popocatépetl. Y siempre algo pasaba>>, dijo él. El sol comenzó a golpear con fuerza y cerró las cortinas. <<Un mañanerito>>, preguntó él. <<Hágale>>, dijo ella. Conocía de memoria el olor de su piel, de su clítoris y el sonido de su cuerpo. El sentido. <<¿Qué hay de desayuno?>>, preguntó ella. <<Me gustaría decirte que caldo de costilla. La nevera está vacía. Cuando comenzó la pandemia intenté cocinar todos los días, hasta casi reinventé la gastronomía ecuatoriana. Y luego los días fueron pasando. Intenté hacer de carpintero, de lavandero de ropa en piedra. A veces me sentaba a escribir y debía estar pendiente del cambio de humores del clima para ir a recoger la ropa del tendedero. De los tendederos que siempre he odiado, porque con solo una mirada a las terrazas puedes conocer la intimidad de los desconocidos. Y nunca he soportado el chisme. En esta ciudad siempre hay sol y en segundos comienza una tormenta que amenaza con llevarse todos los árboles de las faldas del Pichincha y su olor tan particular a eucalipto>>, dijo él. <<¿Pero vamos a desayunar?>>, preguntó ella. <<¿Conoces el campeche? Es un pescado de río también conocido como corroncho o carachama, sin costillas, los sobrevivientes de la era de los dinosaurios. Cuando hay crecidas por las lluvias se apegan a las piedras, son tímidos y huidizos, tal vez porque son los únicos sobrevivientes al diluvio universal, a esa eterna pandemia de la que habla el Génesis, y la gente comienza un recorrido río abajo en su busca. El agua hierve, sal, ajo, dos huevos y una yema batida con algo de agua. Se acompaña con arroz, guineo y limón. En mi pueblito natal es un plato muy común. Eso ahora está muy lejos y no sé si pueda llegar por todas las restricciones a la movilidad, según los semáforos. Sí es posible llegar a Río Negro, antes de Puyo. Ahí hay una cabaña donde su especialidad es el caldo de campeche>>, dijo él. <<Ya, te despertaste y dijiste mi trabajo del día será hacer que la rola se muera de hambre>>, dijo ella. Antes de la siete de la mañana salieron con un frío polar a la vía de Pifo a Papallacta, la entrada a la Amazonía. La única parada fue en Papallacta, en una cabaña para desayunar humitas con café. <<Estos envueltos están buenos>>, dijo ella. <<Sí, soy un buen guía turístico>> dijo él. <<No vayas a interrogar a la señora. ¡Qué manera de querer obtener información!>>, dijo ella, cuando él intentó entablar una conversación con tapabocas con la dueña del lugar. Quería saber su receta.


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