Antes de la historia, no había historia





Cuando Maribel le contó la historia de cómo había sido la pelea entre Rocío y Beatriz, Juan solo contempló la ventana. El sol cubría todo el horizonte. No veía nada. Era el secreto de los ciegos que Borges vivió y Sábato describió en el informe sobre los ciegos. La pandilla se había dispersado para siempre. Ya sabía que Kai le consideraba un borracho, que Torsten le consideraba un borracho, que Wilson le consideraba un borracho, que Simon iba con diarrea cuando bebía agua sin purificar al igual que todas las europeas que no comían chimichurris en determinados sitios. La diarrea era el símil de su mundo depravado, del vómito de los rockeros de los sesenta cuando llegaban a su límite. Por eso de que hay que mejorar la flora cuando se llega al tercer mundo. Rocío le había pedido que no escribiera nada de lo que le había escrito. Un escritor escribe sobre realidades, nunca sobre ficciones. Y estaba a punto de escribir los monólogos, empezando por los de Rocío. Me hizo llorar cuando me dijo de los gerundios, le dijo una periodista que trabajaba con él y después le comenzaba a gritar dándole órdenes. Los gerundios, nunca se sabe cuándo utilizarlos. Ni los puntos, ni las comas, ni los puntos aparte, ni las comas, ni las pausas. Juan se había enamorado de ella cuando agarró su brazo y le dijo abrázame. Y al despertar huyó de la cama, se había quedado dormido. Y debió recoger su ropa en silencio. Y caminar en puntadas hasta llegar a su dormitorio y a la ducha. No había nada a su alrededor. Solo ella volteando su cara para buscar sus labios, para probarle que las relaciones no son solo sexo. No sabía cuándo comenzó a escribir la historia. Tal vez cuando vio a Anita llorar porque al fin lo había visto; tal vez cuando Jaqueline lanzó la piedra contra la ventana de la casa nueva; tal vez cuando Graciela le compró su traje de fútbol y le entregó con muchas advertencias; tal vez cuando Rocío saltaba en la cama cuando jugaban a ser niños y terminaron viviendo vidas paralelas; tal vez cuando le dieron un golpe y quedó moribundo en la calle y Beatriz corrió a pedir ayuda; tal vez cuando Gladys le dijo ladrón; tal vez cuando se acurrucó en la cama y no dejó de llorar toda la noche después de asistir al funeral de Malena; tal vez cuando Milton le dio una bofetada porque le dijo que necesitaba pagar a una odontóloga; tal vez cuando Jacinto le regaló unas sábanas; tal vez cuando vio a su mamá huir entre una multitud después de haberlo sacado de la casa. Tal vez. Tal vez cuando su papá le agarró de la mana para llevarlo al colegio. El jazz volvía a su vida.

-        ¿Y vas a contar todo lo que te escribieron?

-        Sí.

-        Te van a odiar.

-        Ya sé.

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