El monólogo de a dos
Me avisas cómo vas, sobre todo la hora en la que salga tu
vuelo de París para estar pendiente. Todo es un mierda, me cambiaron el horario
y dije bueno, son dos horas de retraso después de un parloteo insoportable,
solo dije sí, para qué más y ahora estoy en esta pinche estación varado como un
zombie mirando a un chica con la que no pude enteblar una conversación y ahora
se va a Stutgart a Stugart a Stutgart cómo si fuera fácil ir a Stutgart bueno
ahora parece que ya sale el vuelo y esta estación es terrible ni siquiera tiene
un duty free decente y por un pinche
cuarto de vino me acaban de sacar cinco euros alguna pandemia le debe caer a
este mundo por tanta injusticia. Ya estás aquí así que por qué no te sientas adelante así ves el
paisaje, la ciudad. No, creo que tengo tintes de aristócrata además esta ciudad
me la conozco de memoria y hasta creo que la conozco más que Quito o Guayaquil.
Y tu hermana te mandó las humitas y el pájaro azul pasó. A mí solo me hacen controles antiterroristas antidrogas antibombas y antidepresión y nunca me
revisan nada. Pero te mandó las humitas como si nada si hasta compró choclos en
época sin choclos para hacer las humitas y ahí hasta las empacó para Rocío,
Cristina y Beatriz y no dijo nada de Maribel. Sí, las hizo porque prácticamente
le obligué al correr el rumor de que venía para acá y ya habías ofrecido las humitas
y no quiero ningún cuestionamiento ni nada de reclamos porque ya el mundo es muy
demasiado mierda como por hacerlo menos soportable. Ahí está el bar mexicano
del que te mandaba fotos, venden dos por uno y siempre vamos con Kai. Pues tendré
que probar sus famosos cócteles.
-
Y entonces
eres el mártir –dijo Marbelys, con sus piernas estiradas sobre el respaldar de
la cama.
-
No,
soy el que soy.
-
Tus
hermanas te van a odiar cuando cuentes esta historia.
-
Si
no me odiaste tú cuando conté tu historia.
-
¿Qué?
-
Te la
conté día a día. Nunca me escuchaste. Ahora te voy a contar los capítulos
finales.