Rocío
El inevitable té de la mañana. Si Beatriz no estaba,
Maribel era la encargada del té y de hacer un sánduche de queso.
<<Prefiero el whisky>>, dijo Juan. <<Toma el té, tu hermana
después me va a retar>>, dijo. <<Si no le vas con el chisme, yo
tampoco>>, dijo Juan. <<Pues sí, solo no le vayas con el chisme, le dices que tomaste el té y te comiste el sánduche. Es hecho con
el pan que hace Kai en sus maquinitas>>, dijo Maribel. <<¿Por qué
seremos una familia de chismosos? Debe estar en nuestros genes, heredados del
abuelo, del abuelo. Nunca he indagado sobre la vida del abuelo; del abuelo que
hizo el carácter del abuelo y, por ende, explicaría el carácter de papá y su bigote estilo mexicano. No recuerdo su voz, ni tampoco la voz de mamá, solo sus siluetas. Cuando murió mamá soñé que me despertaba y bajaba por dos calles empinadas. Ella me esperaba en una esquina y me agarró de la mano. Es como si quisiera que caminara con ella, que conociera el mundo que ella desconocía. Con ella>>,
dijo Juan. <<Ve, ya deja el whisky que debemos estar a las nueve en la
estación. La nueve de la mañana. Por dios, quién bebe whisky a las nueve de la
mañana>>, dijo Maribel. <<Norman Mailer, Malcom Lowry, James Joyce,
Juan>>, dijo Juan. <<A mí háblame en cristiano, por dios. Yo tengo
el aplicativo que tiene todos los horarios de los trenes, así que todavía
estamos a tiempo. Ya tienes tu maleta. Rocío me dijo que Torsten nos iba a
esperar en la estación. Vas a conocer a Liz, es una linda la enana>>, dijo
Maribel.
<<Ahí fue donde tuvimos una cita con Mark. Lo que
no sabía es que tu hermana y Kai llegaron para saber quién era. Ya te voy a
contar su historia, aunque por las preguntas que me haces tu hermana ya te
contó todo>>, dijo Maribel al pasar por un restaurante estilo griego. <<¿A
qué hora sale el tren? No, ahí está, ese es. ¿O hay que cruzar a la otra
estación? No es ese, vamos. Aquí todos son demasiado puntuales. En Brasil,
¡dios mío!>>, dijo Maribel.
En la estación de Frankfurt esperaron diez minutos en un
andén. <<¡Qué raro! No llega. Pero aquí tengo el aplicativo. Ya debería
estar aquí>>, dijo Maribel intrigada, como si estuviera en una película
de espías. <<Tal vez estás mirando el andén equivocado>>, dijo Juan.
<<No. ¡Dios mío! Tienes razón, corre. Es el que está al frente. Corre que
salen en punto. Al fin. Ya es hora, ¿y por qué no abren la puerta? ¡Ah! Ya, hay
que aplastar el botón. Es que, qué quieres Juanito, nunca he viajado en primera
clase. Los demás que esperen afuera. Bueno. Son seis horas de viaje, así que te
va a faltar whisky. Supongo que como vamos en primera clase sí venden. Te dije
que comieras el sánduche>>.
Eran seis personas en ese vagón. Una camarera pasó la
primera vez sin preguntar nada. No volvía, después de dos horas Juan le sugirió
que fuera a buscar a alguien para ver si le tomaban la orden de la cocina. Solo
tenían sánduches y vino. Por suerte no había té. Maribel pidió un Sauvignon Blanc
y Juan un Cabernet Sauvigon. <<Ahora sí cuéntame, ¿qué pasó esa noche en la que se
pelearon Rocío y Beatriz? A las seis de la tarde, la madrugada acá, recibí una
foto donde estaban felices brindando con mojitos, ¿de dónde sacaron ese absurdo
gusto por esos cocteles? Y casi como a la medianoche, la madrugada acá, recibí
otro mensaje de Beatriz con un mar de lágrimas. Después nunca me enteré de
nada>>, dijo Juan. <<Verás Juanito. Yo estaba esa noche ahí, te voy
a contar todo si me prometes que nuncas vas a contar esto nada a nadie, porque
después tu hermana me mata>>, dijo Maribel. <<Yo nunca cuento
realidades, solo ficciones que a veces se parecen a la realidad>>, dijo
Juan. <<Bueno, pero verás. ¿Y para quién era las tangas brasileñas? Yo
creí que era broma. Muéstrame su foto. Soy buena asesora. Bueno, todo era felicidad cuando
llegamos>>.