La borrachera y la tía Elsa

 


Cuando Maribel le contó la historia de cómo había sido la pelea entre Rocío y Beatriz, Juan solo contempló la ventana y escuchaba más claramente el sonido de las rieles del tren. Luces, casas, árboles. Una especie de tiniebla en medio de la nada. Cuando Rocío había llegado a Quito podía escuchar claramente el grito de Graciela en las mañanas: Ya Rocío de pie, vamos a trotar. Uno, dos, tres… <<Y nunca te enteraste cómo Beatriz se soltó esa noche>>, preguntó Juan. <<No, cuando me desperté ya no estaba. Y yo no había bebido casi nada>>, dijo Maribel. En Quito visitó varias veces a Rocío, más de las acostumbradas de las destinadas a la familia. Tanto Beatriz como Rocío creían estar casadas con caballeros que hablaban de él a sus espaldas. Lo supo por ciertos comentarios al paso que hacían de los dichos de Kai y Torsten. <<Y si le escondemos los zapatos, ya no podría salir a Kaufland>>. <<Es que no es normal como bebe, Nunca había visto a nadie beber así>>. El mundo irreal alejado de la cantina de Malcom Lowry, del señor Sándor Márai que despertaba en algún hotel y como desayuno le llevaban una bandeja con una botella de aguardiente. De las mismas bodas de Caná donde toda el agua era transformada en vino. <<¿Y es verdad esa pelea sobre quién hace los mejores cócteles>>, preguntó Juan. <<No sé ya te he dicho que no soy chismosa. Pero bueno, yo no estaba ahí, había ido a ver a Liz, cuando regresé era como si sobre la sala habría caído una bomba atómica>>, dijo Maribel. Por la ventana volvió a ver la carretera de Quito a Guaranda acompañado de Graciela y Rocío. En Ambato había una carrera o una especie de maratón. <<Ahora te toca ir por el centro. Mira por donde van todos los carros>>, dijo Graciela. El tráfico era infernal. <<Por ahí, no ya estás en contravía. Vuélvete. Por más allá vive Milton. <<Me contaba que sacaba a las chicas por la ventana y se escondía semidesnudo afuera de su departamento hasta que ella comprobara que no estaba ahí cuando llegaba por sorpresa>>, dijo Graciela. <<Pero, ¡qué bruta! Cómo no se va a dar cuenta de que había estado ahí con otra chica. O Más bruto él, quién le manda a casarse con alguien tan intensa. Si yo solo sospecho que Torsten me ha sido infiel, al día siguiente ya me fui>>, dijo Rocío. <<¿Y qué crees yo. Pobre Wilson>>, dijo Graciela. <<Esta familia ha sido de hombres bien sometidos>>, dijo Rocío. <<Párate ahí, compremos frutas porque la tía Elsa va a tener mucha comida. Siempre hace un montón de comida en Carnaval>>, dijo Graciela. <<Te acuerdas cuando le llevé la tía a San Pauli. Le tomé una foto con un vibrador y pensaba que era cualquier otra cosa, menos un consolador>>, dijo Rocío. Cuando llegaron a Guaranda todo era desolación, el parque central, los bares donde pedían cédula de identidad para dejar entrar a las personas, pese a que solo vendían cervezas. <<Por aquí también se puede ir a Echeandía>>, dijo Graciela. Juan estaba preocupado porque no cargaba provisiones. Miraba por todos lados en busca de una licorería y el desierto parecía agrandarse. Cuando llegaron a la casa de la tía Elsa las luces parecían apagadas. Finalmente pasaron a una gran cocina. Después de los saludos de rigor, una poma de tres litros de Pájaro azul estaba sobre la mesa. Tres litros. Y la conversación de esa noche, con la tía Elsa de por medio cuando por fin se dignó en aparecerse, fue el gran secreto que debía guardar. Esa noche hablaron mal de todos los que no estaban ahí, hasta de Jacinto y Milton.

-        ¿Y de qué hablaron?

-        De mis borracheras supongo.

-        ¿No era de las borracheras de tus hermanas?

-        Ya te voy a contar sobre eso.

Unas muy pocas horas después, el desayuno estaba servido en la mesa. La tía Elsa debía bailar. Había todo un operativo para verla en los días previos a los carnavales de Guaranda donde todo es comida, licor y buena vecindad. Sin cuestionamientos. Ahí nadie preguntaba, ¿por qué tu hermano bebe tanto? Graciela y Rocío estaban más lúcidas que él, pese a que se habían caído de la cama después de los tres litros de Pájaro azul. <<No es normal, bebe demasiado>>, le había dicho Torsten a Rocío, mucho tiempo después cuando la pandemia era su dolor de cabeza.

Entradas populares de este blog

La reinita de Sangolquí

Érase una vez que era

juan