La tejedora manabita
Beatriz había llegado a Quito para sus vacaciones de marzo. Siempre llegaba
sola, era su forma de alejarse de todo. Sus hermanas eran su refugio y Jacinto,
por lo que siempre debía cargar en su maleta un reloj y unos chocolates mon cherry para Juan. En el centro
llevan kirsch, un licor incoloro hecho por destilación del jugo de una especie
de cerezas de Morelo, una variante de la cereza ácida o silvestre, producidas
en la Selva Negra de Alemania. La tierra de Thomas Mann. Su refugio. De mañanas y atardeceres irreproducibles. Ella era el equipo de avanzada para preparar el
matrimonio de Rocío. Esa noche también estaba Cristina y sus amigas, dedicadas
a empinar el codo como si Baco hubiera declarado el fin del mundo o el comienzo
de la pandemia del coronavirus. <<Sí, claro. Te acuerdas de La tejedora
manabita, tiene unas tongas espectaculares>>, dijo una de ellas, que
trabajaba en el Ministerio de Agricultura. Juan había comenzado a hablar de
cocina y se le ocurrió mencionar ese nombre que siempre había visto en su paso
a su oficina y nunca había entrado. Atrás estaban Beatriz y Graciela, en el
oficio de contempladoras. Cuando finalmente se fueron se sentó con Beatriz a
tomar unos tragos. Juan iba bastante adelantado y su hermana apenas empezaba.
<<Si quieres conocer donde vivo vamos a tomar unos tragos allá en mi departamento.
Te advierto que ahora soy pobre>>, le dijo Juan. Para ese tiempo el
periódico en el que trabajaba había sido cerrado por órdenes del gobierno de
Rafael Correa; había llegado a la Presidencia desde el anonimato gracias a una
campaña millonaria financiada primero en su paso por el Ministerio de Finanzas
en el gobierno de Alfredo Palacio, con dineros públicos para variar, y luego
por la contribución de muchos, entre los que se contaba su hermana Graciela.
Ella había armado un comité barrial para empujar su candidatura.
Juan se dedicaba a sobrevivir, porque la única alternativa laboral era el
sector público. Y trabajar de ocho de la mañana cuatro de la tarde no era su
fuerte, después de estar acostumbrado a una rutina de veinticuatro siete.
Graciela llamó a un taxi. <<Nueve de Octubre y Colón>>, le dijo
Juan al taxista. <<Y puedes creer, realmente no entiendo. Es que Gladys y
Anita, tus hermanas. No lo entiendo>>, comenzó a decir. Según la Ley de
Murphy, si piensas que algo malo puede pasar siempre pasa algo peor. Cuando
entraron en su departamento comenzó a desbaratar todo, a tirar los muebles por
un lado y otro, como si intentara destruir la vida de Juan. Su departamento
quedó en escombros. <<Te llevo de vuelta donde tu hermana>>, dijo
Juan. <<Okey, okey, llama a un taxi>>, dijo Beatriz. Y luego de
llamar al taxi timbró a Graciela para decirle que llevaba de vuelta a su
hermana y estuviera pendiente. <<Pero puede creer señor taxista. No
entiendo en realidad, a ver dígame qué entiende usted, porque yo no entiendo
nada. Tu entiendes Juanito. No, mi hermano no entiende nada, pero usted sí entiende; dígame qué entiende. ¿Dónde vamos? Ah, donde tu hermana. Pero no
entiendo Juanito, y usted señor taxista entiende algo, porque yo no entiendo y
eso que no he tomado nada. ¿Qué tomamos? No le cuentes nada al Kai, estas son
mis vacaciones, después no me deja venir. Señor taxista, cuénteme, usted ama a
su esposa. ¿Tiene esposa? Y por qué no te has casado Juanito, mira el señor taxista
es un hombre casado y fiel. ¿Por qué no puedes ser como el señor taxista, ser
una persona normal? Vengo y debo pasar encerrada en la casa de tu hermana
Graciela. También voy donde Anita y Gladys. ¿Te acuerdas de Jaqueline? ¿Usted tiene
hermanas, señor taxista. ¿Por qué no habla? Usted si entiende de lo que le
estoy hablando. Yo no entiendo>>.
Cuando el taxi llegó a la casa de Graciela, timbró a su teléfono y Juan le
pidió que abriera la puerta. Graciela y Wilson espiaban desde una ventana.
<<Ahora devuélvame al lugar de donde me recogió. Y mil disculpas por todo>>,
le dijo Juan al taxista.
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Son
demasiados cuentos para tan pocos días. ¿Y qué pasó con Lorena? –preguntó Marbelys.
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Solo
se fue, extrañaba a su exnovio. Eso pasa, eso siempre pasa.